La historia del soldado chileno que fue a la guerra de Ucrania por amor
Viene de Chiloé, tiene una cicatriz en la cara y pidió el retiro del Ejército chileno para pelear contra Rusia. Lleva meses en el frente de batalla y asegura que ha visto cosas feas, pero también "lo mejor del ser humano".
Por Juan Vallejos Croquevielle, corresponsal de Copano.News en Ucrania
Mi primer viaje a Kiev lo hice en febrero, pero fue breve. Cuando volví a Madrid, me escribió por Instagram un usuario de nombre @cuervoso, que decía que había visto mis videos y fotos. Quería saber si yo aún estaba en Ucrania.
Cuando revisé su perfil, me impacté. Tenía retratos de gatos y perros hechos por él, pero que se mezclaban con videos suyos con traje de camuflaje —típicamente militar— junto a colegas vestidos igual, todos portando armas. En su brazo lucía una bandera chilena y otra ucraniana. Claramente no era un turista.
Su nombre real es Sebastián Vackflores, viene de Chiloé y está batallando contra Rusia hace meses.
Cuando volví a Kiev, nos encontramos a la salida de un centro comercial frente al Hotel Ukraine, nombre nada creativo para un edificio que data de la era soviética y que era el lugar donde yo alojaba.
Sebastián llega vestido de soldado y atrae las miradas de todos inmediatamente. No le gusta vestirse así para no llamar la atención, pero le había pedido que lo usara esa vez para tomarle una fotografía. Un grupo de tres niños se me acerca y me piden que les saque una foto con el soldado. Él ríe y accede de buena gana.
No es que él sea particularmente un rockstar, pero en Kiev se volvió común que las personas pidan tomarse fotos con los militares. Sobre todo con aquellos que no son ucranianos. “Lo agradecen, son cariñosos”, cuenta Sebastián mientras caminamos en dirección a un café a pocas cuadras del Maidán, la plaza de la independencia de Kiev.
Entramos y el barista lo saluda con euforia. Lo conocen, es uno más de la casa. Se comunican en inglés, algo poco común porque no son muchos los ucranianos que hablan otros idiomas que no sea el nativo o el ruso.
Como si estuviéramos en cualquier café del centro de Santiago, pedimos dos café latte y dos cheesecake de maracuyá. Nos sentamos, puse mi grabadora sobre la mesa y le pregunto: ¿Qué haces aquí?
🎞️ Esto no es Hollywood
Siempre hay un chileno, dice el dicho popular. Pero no sabemos si eso incluye guerras donde mueren soldados todos los días y existe la amenaza nuclear. Pero ahí está Sebastián, frente a mí, contando su historia.
En su pómulo izquierdo tiene una cicatriz rojiza que pudo haber sido peor. Pasó por varias cirugías y estuvo al borde de perder la vista en ambos ojos. Pero nada de eso ocurrió en Ucrania, sino en Chile. Trató de parar una pelea, pero salió todo mal, lo agarraron a puñaladas y le propinaron un corte profundo con una botella rota.
En sus días de recuperación no quería salir a la calle. Además, comenzó la pandemia del COVID-19 y tuvo que estar en aislamiento. Encerrado, conoció a través de sus redes sociales a Diana, una ucraniana con la que comenzó a hablar de películas y videojuegos.
Con el tiempo, entre la soledad, la rehabilitación y el aislamiento, ella se convirtió en un pilar clave para él.
Pero el 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin anunció una “operación militar especial” en Ucrania y decidió invadir el país. Comenzaba así una guerra que ya lleva 548 días.
Casi sin pensarlo, Sebastián compró pasajes y preparó su viaje a Ucrania. Diana lo llamó para decirle que ya estaba en Polonia y que había logrado salir, pero eso no frenó su idea de partir.
Hoy día le da vueltas al tema. Obviamente, quería evitar que ella muriera en un conflicto armado, pero con el tiempo se empezó a cuestionar todo. “Si quería solucionar el problema, combatiría por su país, por su gente, por ella, para que algún día volviera a sonreír y pudiera volver a hablar del futuro con tanta confianza como la tuvo en algún momento antes de la invasión”, dice.
Sebastián entiende que esto no es Hollywood. Diana fue su pilar fundamental, sí, sentía que debía apoyarla y protegerla mientras su país era invadido. Pero al poco tiempo de estar allá, la relación terminó. Ahora reflexiona: “Fue bueno mientras duró. Me había enamorado de ella, pero también de su país y su cultura”.
Así que volvió a Chile, pidió su retiro voluntario del Ejército a sus 27 años y regresó a Ucrania para ir a la guerra.
💔 Mi mamá lloró
Javier García-Campos conoce a Sebastián desde 2015 en la Escuela Militar. Al principio no se llevaban muy bien, pero “el Ejército hizo lo suyo, que es unir la gente”.
Sobre la decisión de ir a la guerra por un país ajeno, dice que se preocupó: “Estar en Chile, que es medianamente seguro, e ir a meterte en un conflicto, en el que no hay familiares involucrados, es fuerte. Pero Sebastián siempre mira todo con altura de miras”. Lo define como un ciudadano del mundo y respeta su decisión.
Cuando Bastián Sepúlveda lo despidió, le dijo que sí o sí se tenían que volver a ver. Se conocen desde hace 8 años, también en la Escuela Militar. Dice que siente orgullo por él. “Tomó una decisión difícil para apoyar y cuidar a una persona muy querida”, reflexiona.
Maximiliano Gómez lo conoce desde la enseñanza media y sintió lo mismo que todos: “La última vez que nos vimos le dije que nos teníamos que volver a ver y que si decidía quedarse en Ucrania yo iría para allá a verlo. Somos muy buenos amigos, me afectó el hecho de que se haya ido”.
—¿Qué te dijo tu mamá cuando le contaste que irías a Ucrania? —le pregunto a Sebastián.
—Lloró. Le fui contando por partes. Primero que iba a entregar ayuda humanitaria, luego que iría personalmente a entregar a esa ayuda, pero después ya era evidente.
🛫 Llegar en silencio e irse en silencio
No puede contar en detalles de lo que ha hecho o lo que ha visto en las operaciones especiales de las cuales ha sido parte. Tampoco precisa en qué lugares ha batallado. Mientras le hago preguntas, para él es un enorme desafío contar una historia de la que no se puede contar mucho.
“Llegar en silencio e irse en silencio fue lo que me dijeron cuando comencé a aportar aquí”, menciona.
Aún así, se toma algunas licencias. Sebastián explica que el ejército ruso, a diferencia de ellos, tiene solo un escalafón. “Además no maniobran, solo tiran gente, solo van al frente”.
A su juicio, esa es una de las razones por las que Rusia no ha podido lograr su objetivo. “Están menos preparados de lo que imaginaron”, advierte.
Por otro lado, explica que hay un fuerte sentimiento patriota y de unidad que es transversal en la sociedad ucraniana. Dice que si los rusos creen que los ucranianos están desmoralizados o superados por un sentimiento derrotista, eso no es verdad.
“Se están enfrentando a una potencia militar y Ucrania tiene una superioridad táctica y operacional”, subraya.
Esa superioridad la habrían desarrollado desde el inicio de la guerra del Donbás en 2014, cuando los ucranianos notaron que debían actualizar sus entrenamientos. “Ahí comenzaron a entrenarse con doctrina OTAN, pero aún deben lidiar con algunos temas, porque hay personas de mayor edad que son reticentes a los cambios y melancólicos de la doctrina militar soviética”, detalla.
Sebastián sabe de tanques y artillería. “Trabajé como traductor para una empresa que hacía juegos y simuladores de tanques y creo que sé identificar qué tanque es, e incluso sé dónde tienen el depósito de municiones, lo cual es muy útil ahora”.
En su Instagram ha ido contando su experiencia. Ahí recibe comentarios de personas que le dan su apoyo y motivación. Pero entre sus seguidores también han aparecido algunos rusos que le escriben mensajes privados en inglés, donde lo amenazan con cortarle la cabeza y enviársela a su madre a Chile.
💥 Cosas feas
Antes de terminar, le pregunto a Sebastián qué piensa de los chilenos que han expresado su apoyo a Rusia en redes sociales, que son escépticos de la propaganda de occidente y critican que todo esto se trata de fake news.
Pone cara de hastío y mira hacia arriba antes de responder: “Los rusos han violado a mujeres, han raptado niños, han torturado”, enumera.
Su relato es tétrico. Dice que el ejército de Putin le ha cortado la cabeza a prisioneros ucranianos que se rindieron, que han fusilado a sus propios compatriotas porque se han retirado de la guerra y que los mercenarios de Wagner han reventado las cabezas de sus miembros a martillazos, acusándolos de traidores.
“Quienes hoy apoyan a Rusia, que en este momento está tratando de nazi a Ucrania, no se dan cuenta que Rusia es la fascista… pero bueno, algunos creen que la tierra es plana”, concluye.
—¿Has visto cosas feas?
—Sí, muchas que no puedo detallar. Pero también he visto lo mejor del ser humano, como el apoyo y la lealtad entre colegas.
Nos quedamos en silencio. Pido la cuenta, caminamos un par de cuadras y nos separamos en la entrada de la estación de metro.
—Cuídate —le dije.