Drag queens nacionalistas, la legión georgiana y otros relatos de la Ucrania gay en guerra
Visité una disco gay escondida en un edificio soviético en Kiev y hablé con un veterano de guerra en el frente de Kharkiv sobre soldados homosexuales. Esto fue lo que vi.
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Por Juan Vallejos Croquevielle, corresponsal de Copano.News en Ucrania
La primera vez que fui a Ucrania fue en febrero, el sábado siguiente del primer aniversario de la Invasión Rusa. Me junté con Yuri en la estación de metro bajo el Maidán. No lo conocía, había hablado con él sólo por Instagram.
En Kiev llovía a ratos y el frío me obligó a esperarlo casi inmóvil con las manos en mis bolsillos mientras miraba a toda la gente pasar de un lado a otro como un día normal, como si no estuviese vigente la alerta de posible bombardeo aéreo que se había activado hace dos horas.
“La vida en Kiev ahora es una lotería”, me había dicho días antes un joven que trabajaba en uno de los tantos kioscos de café que se ven en la capital.
Era la última noche de mi primera visita a la capital ucraniana. Quería ba<>>ilar, beber algo. Pasarlo bien. Además tenía la duda sobre si los ucranianos se mostraban igual hacia los homosexuales, como lo hacen los rusos y su gobierno hace años.
¿Se acuerdan de t.A.T.u.? Ese dueto de mujeres supuestamente lesbianas que la rompió a inicios de los 2000 y representaba a esa Rusia moderna que salía al mundo… Bueno, ni siquiera ellas comparten lo que ocurre con la comunidad LGBT en su país.
Mientras Lena está a favor de los derechos de la diversidad sexual, Yulia dice que “un hombre no puede ser marica”, que no podría aceptar a un hijo gay, o que un homosexual es “solo un poco mejor que ser asesino o drogadicto”.
En 2013 Vladimir Putin promulgó lo que se conoce como la ley contra la propaganda homosexual. Su objetivo es, según palabras del mandatario ruso, “proteger a los niños de la información que aboga por la negación de los valores familiares tradicionales”.
En Rusia no existe ley de matrimonio igualitario ni menos de adopción homoparental. Tampoco hay ley de identidad de género y hace no mucho se aprobó otra ley que prohíbe las cirugías, la terapia hormonal y el cambio en documentos para personas transgénero.
Cada vez que hay protestas a favor de la población LGBT, estas terminan en enfrentamientos con la policía o con ciudadanos intolerantes. Los riesgos que corren son años de cárcel, multas de 5 mil rublos (unos 44 mil pesos chilenos) y, si eres extranjero, el país te puede expulsar inmediatamente.
—¿Es más fácil ser gay en Ucrania que en Rusia?
—Definitivamente sí —me dijo Yuri.
Estábamos en el Club Lift, uno de los pocos clubes gay que hay en Kiev. Habíamos llegado pasadas las 7 de la tarde. Teníamos poco más de 3 horas para carretear, ya que a las 11 comenzaba el toque de queda.
No estaba lleno, algunas canciones clásicas del pop estaban traducidas al ucraniano y algunas drag queens se paseaban entre los asistentes anunciando que en poco minutos, antes de cerrar el club, harían su show.
Cantaron en ucraniano. Según Yuri, eran canciones típicas del pop de su país. Nada muy distinto a cualquier otro show de dragas que se pueden ver en Santiago, Londres, Madrid o alguna otra ciudad del eje occidental del planeta. Sin embargo, las banderas arcoíris no estaban. Cada una de ellas ondeaba la bandera de su país y, en un momento ya final, sube una vestida de ángel simbolizando la libertad de Ucrania. Cantó, lloró y el público aplaudió eufórico.
—¡Gloria a Ucrania! —era el grito de quien conducía el show luego de agradecer a todos los presentes.
—¡Gloria! —respondió el público.
—¡Gloria a los héroes, gloria a la nación!
—¡Gloria a los héroes!
—¡Putin! —gritó con el puño en alto.
—¡Es una mierda! —respondió el público.
Cuando nos fuimos y buscábamos un taxi, me comentó que en la frontera con Rusia habían escuadrones LGBT del ejército ucraniano.
🇬🇪 La legión georgiana
En Kharkiv conocí a Mamuka, líder de la legión georgiana. Cuando niño estuvo preso junto a su padre, en el primer enfrentamiento de su país contra Rusia en los años '90. Es veterano de las dos guerras chechenas, fue asesor del Ministerio de Defensa y es reconocido como un experto en la propaganda rusa.
Se han escrito libros de su vida, también hay películas y documentales. A ratos, mientras conversábamos, se sentía cierto grado de menosprecio hacia nosotros, porque no sabíamos de él o de su fama.
Por esos días se viralizaba en redes que a un grupo de mercenarios colombianos se les había pagado con billetes falsos y que habían sido agredidos por los militares ucranianos. De hecho, el video mostraba cómo les arrojaron gas pimienta. Un colega pregunta si la legión georgiana tenía que ver con ese incidente y si había racismo y xenofobia dentro de la legión.
Mamuka respondió tajante: No. En su legión hay cristianos, musulmanes, ortodoxos judíos y personas de todos los orígenes que quieren ayudar a Ucrania.
—¿Y hay homosexuales? —pregunté.
—Eso es algo privado —respondió. Sentí su ninguneo— La sexualidad es algo del ámbito privado y no andamos preguntando si son homosexuales o no.
No quedé conforme con su respuesta. Me recordó al don't ask don’t tell de Estados Unidos o también ese típico argumento de “no tengo problemas con los gay mientras hagan sus cosas en privado”. Preferí no insistir.
De vuelta en Kiev viví una situación similar. Me reuní con “El Defensor del Pueblo”, Dmytro Lubinets, conocido también como Ombudsman, y le pregunté sobre los derechos de la diversidad sexual y si eso ha cambiado con la guerra.
Él respondió: “En Ucrania puedes ser gay tranquilamente, sentirse bien la persona. Tenemos una organización que junta a las personas que están en el frente y que son LGBT. Y está todo bien con los derechos de ellos”.
—¿Cuáles son los derechos que tienen a su favor?
—En nuestro país hay un proyecto de ley de parejas diversas. En nuestra sociedad las personas LGBT se sienten como cualquier otra persona y tienen los mismos derechos que todos.
Nuevamente la respuesta me hizo ruido. La homosexualidad en Ucrania es legal desde 1991, el cambio de sexo legal, el cambio en los documentos de identidad para personas trans es permitido y existe una ley que protege a la comunidad LGBT de la discriminación en el ambiente laboral.
Sin embargo, no hay ley de matrimonio igualitario, no hay unión civil, tampoco protección para los bienes y servicios compartidos por parejas LGBT ni menos derecho a la adopción.
Antes de iniciada la invasión rusa, Zelensky se había manifestado a favor de la legalización del matrimonio igualitario en Ucrania. De hecho, y con la guerra en pleno proceso, en 2022 pidió que se estudiara la posibilidad de legalizarlo incluso durante la guerra.
Pero, aunque exista la intención del presidente, el camino para ampliar los derechos LGBT en Ucrania no se ve sencillo. Según el Nash Svit Center, una organización ucraniana en pro de los derechos de la diversidad sexual, en 2020 solo un 20% de los ucranianos estaba de acuerdo con que homosexuales se pudiesen casar.
Un grupo de embajadas en Ucrania (entre ellas la de Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Francia) dieron a conocer en un comunicado en conjunto su preocupación sobre la realidad que viven las personas LGBT en el país. Del comunicado se desprende que “seguimos pidiendo a Ucrania que implemente plenamente esta estrategia y plan de acción, incluso mediante la adopción de medidas adicionales para proporcionar medidas integrales contra la discriminación para las personas LGBTIQ”.
—Tiene que ver con la iglesia, pero más con el pasado soviético —me dijo Bogdan, un hombre de unos 20 años con el que me puse a conversar en el Club Lift.
Mi retorno al Club Lift
Al igual que esa misma noche de febrero, volví al Club Lift. Todo estaba igual. La misma entrada sin nada llamativo, las mismas ventanas envueltas en cartón apoyadas en una pared, los mismos pasillos, sus luces blancas y el ascensor con botones antiguos. Piso 5. Ni una señal de que existiera un club gay dentro de un edificio de características soviéticas, y nada muy distinto a lo que podría ser un edificio de oficinas de la calle Teatinos.
Intenté conversar con la mayor cantidad de personas que pude, pero la brecha del idioma complicaba las cosas. En Google Translate puse que era periodista y que quería hablar con personas que me contaran sobre la realidad gay en Ucrania. Así fui mostrando la pantalla de mi celular en el club.
Muy pocos quisieron y, en general, me pedían no nombrarlos. Para las fotografías que quería tomar pasaba lo mismo. Bodgan y Sacha fueron de los pocos que estuvieron dispuestos. Me dijeron que sí se podía ser gay en Ucrania y es mucho mejor que en Rusia. Pero aun así, Sacha me contó que su papá no le hablaba hace tres años y que a su madre le había costado “entenderlo”.
Pensé que se debía a la influencia de la iglesia ortodoxa, la mayoritaria en Ucrania, pero me dijeron que no era solo por eso, sino que también por la herencia de la era soviética, en la que el hombre era un “macho proveedor que defendía al pueblo” y que la mujer se dedicaba solo a “cosas de mujer”.
También hablé con Olha, me dijo que era heterosexual, pero que estaba acompañando a sus amigos (que no quisieron hablar) y que lo hacía porque lo pasaba mejor que en otros clubes. Me contó que para sus amigos no era sencillo ser gay, que muchos prefieren irse de Ucrania para vivir su vida más libre, pero que ahora, dada la guerra, es muy difícil que el Estado les permita salir. Desde la invasión, si eres hombre y tienes entre 18 y 65 años, debes permanecer en el territorio.
Esa noche la fiesta tenía de temática Barbie, por lo que muchos vestían algo de color rosa. Las drag queens se subieron al escenario, sin todo el simbolismo ucraniano que vi la primera vez. Ahora invitaban a subir al escenario a todas las personas que quisieran un trago de cortesía. Bailaron Barbie Girl de Aqua.
El público aplaudía, gritaba. Se eligió al ganador, las anfitrionas agradecieron a todos los que fueron, gritaron Gloria Ucrania y nos invitaron a salir. Comenzaba el toque de queda otra vez.