Estamos en la peor crisis monetaria de la historia de Chile y deberíamos todos estar hablando de esto
En 2018, el peso chileno bordeaba los $600, una realidad que hoy parece imposible. Y solo han pasado 6 años. En esta columna, el historiador Adriano Rivadeneira analiza datos, cifras y hechos que nadie pone sobre la mesa.
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Cuando los historiadores analizamos los procesos, el riesgo es que tirando de un hilo, aparezcan otros alrededor, como en la gran película The Hurt Locker de la directora Kathryn Bigelow, del 2008, cuando el personaje interpretado por Jeremy Renner, que desarmaba trampas explosivas en la guerra en Irak, jala de
la cuerda conectada con TNT y aparecen otras a su alrededor.
Así es la historia. Así son las cosas cuando se analizan en profundidad.
Volví a Chile en el año 2018. En aquel mundo, que era muy distinto al de hoy, el peso chileno, nuestra moneda y nuestra economía eran distintas, respecto al dólar. En ese entonces, valía aproximadamente 650 pesos chilenos, según cifras oficiales del Servicio de Impuestos Internos.
Un indicador de la fortaleza de nuestra moneda en el contexto internacional, crucial dado que Chile importa casi todos sus bienes pagando en dólares. En el mundo, casi el 60% de todo lo que se comercia se transa en dólares, según el último informe del FMI.
Desde 2018, Chile ha enfrentado numerosos desafíos que han sacudido su estabilidad económica y política. El estallido social de 2019 fracturó al país, seguido por la pandemia de Covid-19 que nos confinó por dos años.
Durante este período, un porcentaje significativo de la población trabajaba informalmente, y con el confinamiento, la única fuente de ingresos viable provenía de los retiros de los fondos de pensiones, que actualmente representan poco más del 50% de nuestro PIB. La mitad de toda la plata que hay en Chile. Esta decisión, aunque ofreció un alivio temporal, expuso la fragilidad de nuestra economía financiera, tumbó nuestra credibilidad monetaria y desnudó la dependencia excesiva en nuestras inversiones.
Con la pandemia, la economía global sufrió, pero los eventos de 2020 solo presagiaban un desastre mayor. Con la guerra en Ucrania, la invasión de Gaza, los desplazados de Sudán y el sinnúmero de conflictos internacionales alrededor del mundo, la demanda y el coste de los bienes en dólares se dispararon, lo que debilitó aún más al peso chileno, que ahora se cotiza a 950 por dólar, y que incluso tuvo peaks que bordearon los 1.000 pesos.
Esta catástrofe económica requiere una respuesta política y empresarial de magnitud casi heroica, con liderazgos comparables a los de personajes de ficción como Gandalf y Dumbledore. Sin embargo, nuevamente nos encontramos con una élite política que no está a la altura y empresarios que no tienen ningún interés en mejorar la situación, porque compran y venden en dólares.
Los que pierden son todos aquellos que viven en pesos: La gente que trabaja y declara. Son ellos los que están pagando la crisis. O sea, nosotros.
Actualmente, el desempleo sigue siendo un problema grave, con una oferta de trabajo incluso menor que durante la pandemia. Además, más de la mitad de los impuestos que deberían contribuir al funcionamiento del país no se recaudan eficazmente. De acuerdo al último informe del SII, que Frigolett le encargó a Michel Jorratt, la evasión y elusión del IVA y del impuesto de primera categoría bordea el 7% del PIB, es decir, unos 21.000.000.000 de dólares.
Además, en torno al 10% de la mano de obra total en Chile es migrante, casi un millón de personas, y un porcentaje importante de esos dineros no nutren la economía nacional, si no que se van hacia el exterior, y también en dólares. A eso se suma el número de trabajadores informales, que no pagan impuestos, y que alcanza los 2,5 millones de trabajadores.
Finalmente, mientras enfrentamos esta profunda crisis económica, los medios y el debate público parecen enfocarse en temas como la delincuencia, los socavones, y un debate político degradante, dejando en coma inducido la crisis financiera que amenaza con desestabilizar aún más nuestro país.